Cualquier empresa mataría por tener empleados que obedecieran ciegamente y dieran todo (incluso la vida) por sus jefes. Una fidelidad a prueba de balas. Un sueño casi imposible que suena a película… Y que es de película.
Se entiende que para que un trabajador responda de esta guisa, lo primero y fundamental es que debería estar muuuuuy bien pagado. Por supuesto debería tener también acceso a los beneficios de la empresa. Tiene su lógica: cuanto mejor le vaya a mi empleador, mejor me irá a mi… Y podríamos rematar los incentivos con unas buenas y largas vacaciones.
Una de esas empresas es Spectra, la malvada organización internacional cuyo objetivo es dominar el mundo. Lamentablemente para ellos, su antagonista es nada más y nada menos que James Bond. Pero a los esbirros de Spectra parece no importarles. El Agente 007 les da de hostias, les dispara y les lanza al vacío, pero cada pocos metros sale otro empleado de la corporación para hacerle frente, a pesar de ver lo que le hacen a sus compañeros. Se les ve muy comprometidos….
Una fidelidad y un compromiso que produce envidia cochina a todo empresario que lo ve. Ni la mejor comunicación interna, ni el coaching más novedoso puede conseguir logros así. Por mucho que busques en LinkedIn será imposible encontrar algún perfil de estas características. Debe ser que el esbirro no nace, se hace.
Las hordas de enemigos de Bruce Lee en Operación Dragón los que atacan cada minuto a John Wick o los que persiguen a Tom Cruise en sus misiones imposibles, son claro ejemplo de esta realidad. ¿Y el orden espartano? Atacan todos de uno en uno, como si hubiera un código ético que no permita la superioridad numérica
Da la impresión de que van fumaos o dopados hasta las cejas. Quizá eso sea la clave. Si se decía que en la mili echaban bromuro en el rancho de los reclutas para que no cayeran en prácticas onanistas, igual los esbirros ingieren en su comida algún psicotrópico que les hace creerse los putos amos capaces de enfrentarse a cualquier héroe de la gran pantalla. Pero claro, y aquí está la clave, con un preocupante efecto secundario que es la total falta de puntería.