Nos fijamos en los pequeños detalles y en las tontunas, lo que nos da vida en la maravilla de esto llamado cine. Ninguna otra expresión artística es capaz de reunir obras maestras y productos mierderos de consumo masivo.
¿Cuál es (de momento) el mejor James Bond de la historia?
Si hablamos de James Bond, el actor más icónico que nos viene a la mente será sí o sí Sean Connery, que inauguró la saga hace más de medio siglo. Curiosamente, Ian Fleming no estuvo de acuerdo en un primer momento con la elección. Consideraba que el escocés era demasiado obrero, para la concepción original del personaje al que veía como un tipo sofisticado de clase alta. El escocés le parecía excesivamente rudo para el papel. Tras Connery, otros cinco actores han interpretado también al espía con licencia para matar. Su sustituto, George Lazanby duró una sola película por voluntad propia. No era un actor profesional pero aportó al personaje una interesante vulnerabilidad emocional. Roger Moore tiene el récord de encarnaciones del espía. Lo hizo más glamuroso y al mismo tiempo con más humor. Por su parte, Timothy Dalton, que solo protagonizó dos películas, es seguramente el Bond más fiel a las novelas de Fleming, y también el menos seductor. Como mezcla de estos dos últimos aparece Pierce Brosnan, un espía sofisticado y adaptado a los tiempos modernos, que se apoya mucho en los gadgets de su oficio. Pero si hay que elegir uno, me quedo con Daniel Craig que, desde su debut en Casino Royale (2006), introdujo una visión del personaje distinta a todas las anteriores. A diferencia de los Bonds más pulidos como Sean Connery o Pierce Brosnan, el de Craig es un agente vulnerable y con un mundo personal oscuro. Nos muestra a un espía capaz de amar, sufrir y cometer errores, algo que rara vez se había visto en la saga. Esta vulnerabilidad no solo...
Charles Chaplin no es Charlot
Si oyes hablar de un personaje llamado The Tramp, ojo no Trump, posiblemente no te suene de mucho. En cambio, si te nombran a Charlot, no dudarás en señalar a Charlie Chaplin, ¿verdad? Vamos a realizar un viaje lingüístico para descubrir los nombres con los que se conoce por todo el mundo mundial a uno de los mejores cómicos de la historia (con el permiso de Buster Keaton, los hermanos Marx y los Calatrava, entre otros). El vagabundo con el bombín más famoso de la historia y con el bigote más famoso de la historia (hablamos de los buenos, claro) fue uno de los pioneros del cine. En Estados Unidos, donde todo empezó, Chaplin es conocido simplemente como "The Tramp" (El Vagabundo). Un nombre sencillo y poco original, pero que describe perfectamente esa esencia de errante (no holandés) con corazón de oro. Cruzando el charco hasta su madre patria, Gran Bretaña, nos encontramos una operación de encogimiento tipo jíbaro, que llevó a llamarle “The Little Tramp”, como al Pequeño Nicolás. Se supone que lo hicieron por añadir un punto de cariño, aprovechando también su altura de 1,63 metros. Ya en España, el personaje se convierte en "Charlot". Un nombre corto y sonoro con cierto toque chic y que compartimos no sólo con nuestros vecinos franceses e italianos si no con América Latina. Incluso en Rusia, donde el personaje es conocido como "Шарло" (pronunciado "Sharlo"), recuerda más a Charlot que a The Tramp. Y más allá aún, en Japón, a Chaplin le llaman "チャップリン" (Chapurin). Sí, suena similar a Charlot, pero con ese toque kawaii que los japoneses saben darle...
Fidelidad a prueba de balas
Cualquier empresa mataría por tener empleados que obedecieran ciegamente y dieran todo (incluso la vida) por sus jefes. Una fidelidad a prueba de balas. Un sueño casi imposible que suena a película… Y que es de película. Se entiende que para que un trabajador responda de esta guisa, lo primero y fundamental es que debería estar muuuuuy bien pagado. Por supuesto debería tener también acceso a los beneficios de la empresa. Tiene su lógica: cuanto mejor le vaya a mi empleador, mejor me irá a mi… Y podríamos rematar los incentivos con unas buenas y largas vacaciones. Una de esas empresas es Spectra, la malvada organización internacional cuyo objetivo es dominar el mundo. Lamentablemente para ellos, su antagonista es nada más y nada menos que James Bond. Pero a los esbirros de Spectra parece no importarles. El Agente 007 les da de hostias, les dispara y les lanza al vacío, pero cada pocos metros sale otro empleado de la corporación para hacerle frente, a pesar de ver lo que le hacen a sus compañeros. Se les ve muy comprometidos…. Una fidelidad y un compromiso que produce envidia cochina a todo empresario que lo ve. Ni la mejor comunicación interna, ni el coaching más novedoso puede conseguir logros así. Por mucho que busques en LinkedIn será imposible encontrar algún perfil de estas características. Debe ser que el esbirro no nace, se hace. Las hordas de enemigos de Bruce Lee en Operación Dragón los que atacan cada minuto a John Wick o los que persiguen a Tom Cruise en sus misiones imposibles, son claro ejemplo de esta realidad. ¿Y el orden...
Fuck you Tarantino
Recuerdo la primera vez que oí hablar de un tal Tarantino. Fue en un programa de televisión que presentaba Javier Gurruchaga y que proyectó la escena en la que Michael Madsen le corta la oreja al policía que tiene atado al ritmo de la canción Stuck in the Middle with you, de los escoceses Stealers Wheel. Y recuerdo que pensé: “What the fuck”... Unas semanas después, tras ver la película quedé definitivamente prendado del cine de Tarantino. Esta sensación se refrendó con su segundo título, Pulp Fiction, y de ahí en adelante ha continuado con ciertos altibajos. Pero si hay algo que achacarle a este enfant terrible, es la mala influencia que ha tenido su fuck en los doblajes al español de las películas. Podríamos decir que este palabro es la equivalencia a la expresión coño o, más literalmente joder en castellano. Se trata, claro está, de una expresión malsonante que se utiliza de manera visceral al hablar. Por eso, fuck es una expresión corta y seca. Coño y joder también. Pero hubo un momento, que a un traductor se le ocurrió buscar otra equivalencia. Y la encontró en jodido... Y ahí la jodimos pero bien. Es una expresión mucho más larga y que nos sale de manera poco natural. Prueba a decir “la jodida puerta” en lugar de la “la puta puerta”... ¿Cómo lo ves? De manera incomprensible, sentó jurisprudencia y hoy nos encontramos con decenas de películas con este palabro tan poco visceral. Da igual que el personaje sea elegante o chabacano, el bueno o el malo, hombre o mujer. El caso es que a los dobladores...
Los indios son siempre los malos
Para que una película pueda funcionar, es imprescindible que el espectador se identifique con el protagonista. Es algo que los guionistas saben muy bien. Esa identificación pasa por sufrir por sus desgracias, alegrarse por sus aciertos e, incluso, pasar hambre cuando lleva tiempo sin comer. El proceso para llegar a esa identificación, breve en pantalla, tiene que estar muy bien hilvanado. Entre otras cosas, porque hay poco tiempo para lograrlo. Y siempre pasa por ver a nuestro personaje en diferentes situaciones, especialmente las personales. Todo ello no tiene nada que ver con que sea buena persona. Lo que tenemos que sentir es que es humano. Le tienen que doler los golpes o las traiciones y debe disfrutar de lo bueno que le regala la vida. Siendo así, puede ser peor que la cicuta, pero habrá captado nuestra atención y avivado nuestro sentimiento positivo hacia su persona. Un ejemplo claro lo tenemos en los últimos trabajos que se han hecho sobre Pablo Escobar, donde como espectadores le perdonamos esos pequeños pecadillos. Por eso, en las películas del Oeste, los indios son siempre los malos. Vale que sabemos que eran sus tierras las que estaban siendo invadidas, que luchaban en inferioridad de condiciones y que sufrieron una masacre sistemática casi hasta su exterminación. Pero como espectadores, eso nos trae al pairo. Lo que vemos es que esos malvados están atacando a los personajes a los que conocemos, a los que vemos sus caras y sabemos sus nombres De los indios apenas tenemos información. Son sombras maléficas y despersonalizadas...
El Spoiler definitivo
Aunque existe algún autor que los defiende, no hay nada más molesto para el espectador de una película que un spoiler, el destripe de la trama que desvela el desenlace Si bien es cierto que normalmente ganan los buenos, siempre nos queda cierto margen de duda que, aunque no nos deje el cuerpo tan bien, en ocasiones hace subir la valoración de la película, alejándola del happy ending al que estamos tan acostumbrados. No obstante, hay un método sencillo para averiguar, en las narraciones de misterio, quién es el malo o el culpable. No es una fórmula matemática (por lo tanto no es infalible), pero con ella acertarás en la mayoría de ocasiones. No sigas leyendo si no quieres conocer el spoiler definitivo La famosa frase “y el asesino es…” toma una nueva dimensión con esta información que facilita el trabajo del mismísimo Hércules Poirot, el gran detective creado por Agatha Christie. Su origen se encuentra en el star system que encontramos siempre en el reparto de las películas, encabezadas siempre por el actor/actriz más importante de la cinta. Y aquí está la clave… El malo, el culpable o el asesino, que será descubierto por nuestro protagonista ante todo el resto del elenco y los espectadores, será el segundo intérprete más relevante. Tiene su lógica… Un actor o actriz de caché, seguramente no va a hacer un papel más irrelevante que el corresponde al malo (obviamente hay excepciones que escriben el nombre de su profesión con mayúscula) pero es la norma imperante en toda la historia del cine. Otra cosa sería hablar de lo atractivo o goloso que puede...